Redoblen los tambores y suenen
los clarines, resuene el olifante y llame a la batalla, pues por allí se asoma,
amigos, el día de San Crispín. El 25 de octubre celebraremos el sexcentésimo octavo aniversario de la heroica batalla de Agincourt (1415), en la
que un mermado ejército inglés comandado por Enrique V derrotó a las, en
principio, muy superiores fuerzas francesas.
Cuentan los libros de historia
que la clave de tan inesperada victoria fue la destreza de los arqueros
ingleses, más capaces que una caballería francesa entorpecida por la lluvia y
el barro. Sin embargo, el más célebre dramaturgo que en el mundo ha sido,
William Shakespeare, le atribuye el mérito de la victoria a la arenga que, poco
antes de la batalla, pronunció el mismo rey Enrique V ante sus desanimados
hombres.
Para aquellos que no sepáis lo
que es una arenga, es lo que los horteras manuales de autoayuda llamarían
discurso de motivación. Nosotros, ya lo sabéis, reivindicamos lo simple, así
que nos quedamos, por supuesto, con el término arenga, y reivindicamos también
la magia y el poder de la palabra, así que estamos encantados de darle a
Shakespeare y a su locuaz Enrique V el crédito que la Historia le ha dado a la
estrategia militar. Os dejo con Su Majestad, tal cual lo representa para la
gran pantalla Sir Kenneth Branagh.
En opinión de quien os habla,
es esta la arenga más hermosa jamás escrita, pero, por supuesto, no la única.
El cine, de hecho, está plagado de discursos de este tipo y aquí os dejo una
selección que espero funcione como es debido y os inspire en vuestros particulares
días de San Crispín. ¡A
trabajar, valientes!
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