Danny, un adolescente muy
reservado, acaba de trasladarse con su familia a un pequeño pueblo del estado
de Nueva York. Es la última de las incontables mudanzas a las que los Pope se
han visto obligados. Y es que, durante los años 60, sus padres, Arthur y Annie
Pope, hicieron saltar por los aires un laboratorio de napalm para mostrar su disconformidad con la guerra de Vietnam y
han llevado desde entonces una vida de prófugos.
Tal es el argumento de la magnífica y olvidada Un lugar en ninguna parte (Sidney Lumet, 1988), protagonizada por
el malogrado River Phoenix. ¡Ay!
El caso es que a Danny le
resulta, como es normal, muy difícil asentarse y hacer amigos, pues siempre
debe estar alerta y no puede sincerarse por completo. A su amiga Lorna le
extraña la reserva del recién llegado y así se lo hace notar en este clip, con
¡faltaría más! una nueva referencia a la cultura clásica.
“Podrías haber nacido de la
cabeza de Zeus”, le dice. No es el caso de Danny, obviamente, pero sí el de una figura
esencial de la mitología griega: Atenea. Cuenta el mito que Zeus había dejado embarazada a Metis. Sin embargo, cuando llegó hasta él la profecía de que uno de sus hijos conseguiría destronarlo, como él había hecho con Cronos, la devoró. El embarazo estaba tan, tan avanzado que Atenea siguió desarrollándose dentro de Zeus. Un día se despertó Zeus con fortísimos dolores de cabeza y, cuando le pidió a su hijo Hefesto que lo ayudara a acabar con su sufrimiento, este le abrió el cráneo. De la herida nació Atenea, ya adulta, armada con la equipación de los hoplitas.
Atenea era la diosa de la sabiduría, la inteligencia y también de ciertas facetas de la guerra. No son áreas de influencia propias del sexo femenino en una sociedad patriarcal y guerrera como la griega, por lo que se podría decir que Atenea es una anomalía, una peculiaridad. Se entiende mejor si atendemos al hecho de que, según el mito, en su nacimiento no interviene diosa ni mujer. Atenea nace de la cabeza de su padre.
Atenea era la diosa de la sabiduría, la inteligencia y también de ciertas facetas de la guerra. No son áreas de influencia propias del sexo femenino en una sociedad patriarcal y guerrera como la griega, por lo que se podría decir que Atenea es una anomalía, una peculiaridad. Se entiende mejor si atendemos al hecho de que, según el mito, en su nacimiento no interviene diosa ni mujer. Atenea nace de la cabeza de su padre.