Nueva York, un verano cualquiera
de la década de los ’90. Un chiflado amenaza con hacer explotar una bomba si
John –Bruce Willis- McLane, detective en horas bajas, no sigue sus
instrucciones. Estas pasan por pasearse por Harlem, desnudo, con la única
“protección” de un cartel que reza “odio a los negros”. Se salva del
linchamiento colectivo gracias a la intervención de Zeus, Samuel L. Jackson,
que responde como sigue al error que McLane comete con su nombre.
En efecto, Zeus, Júpiter para los
romanos, se identifica habitualmente con el rayo. Fue el gran dios de las tormentas
y el ordenador del cielo y la
Tierra. Luchó contra su padre Cronos
y los titanes para obtener el poder de los cielos y es el principal
de los dioses del Olimpo. Desde su
trono, armado con el rayo, vela por todo lo que ocurre.
Pasó su infancia en Creta, donde
fue escondido por su madre Rea para evitar que fuera devorado por su padre
Cronos.
Son también muy célebres sus amoríos con otras diosas y humanas. Los celos
y vigilancia de su esposa Hera lo obligan a realizar pintorescas
transformaciones: toro, cisne, lluvia de oro, etc. De todas estas uniones
surgen seres diversos: las Musas (de su unión con Mnemósine, la Memoria),
Perséfone (con Deméter), Atenea (con Metis, a la que se tragó, ya embarazada),
Hefesto y Ares (con su esposa Hera), etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario