jueves, 29 de octubre de 2020

LOS GRADOS DEL ADJETIVO

 El adjetivo es una de las palabras de la clase nominal. Como el sustantivo, es sensible a las categorías gramaticales de caso, género y número. Pero además el adjetivo es sensible a una categoría gramatical propia: EL GRADO.

El grado expresa la intensidad con la que se da la cualidad expresada por el lexema del adjetivo. En función de esta intensidad, podemos hablar de tres grados:

- positivo: expresión de la cualidad sin más.

- comparativo: expresión de la cualidad en relación con un segundo término. Existe un comparativo de inferioridad, igualdad y superioridad.

- superlativo: expresión de la cualidad en grado máximo.

 

EL GRADO COMPARATIVO EN LATÍN

El comparativo de igualdad y de inferioridad se forma en latín, al igual que en castellano, mediante perífrasis o expresiones analíticas, tal como se puede advertir en los siguientes ejemplos:

            - igualdad: tam…………quam

                        E.gr.: Petrus tam sapiens est quam Paulus

            - inferioridad: minus…………quam

                        E. gr.: Petrus minus sapiens quam Paulus

El comparativo de superioridad se forma, en cambio, añadiendo el sufijo -ior (para masc.-fem.) / -ius (para neutro) al tema del adjetivo en grado positivo. Su flexión es SIEMPRE la de un adjetivo de dos terminaciones de la 3ª declinación.

E. gr. doctus-a-um              doct-ior / doct-ius

            fortis, -e                    fort-ior / fort-ius

            acer, acris, acre      acr-ior / acr-ius

            audax, -acis            audac-ior / audac-ius


 

CASOS

SINGULAR

PLURAL

Masc.-fem.

Neutro

Masc.-fem.

Neutro

Nominativo

doctior

doctius

doctiores

doctiora

Vocativo

doctior

doctius

doctiores

doctiora

Acusativo

doctiorem

doctius

doctiores

doctiora

Genitivo

doctioris

doctiorum

Dativo

doctiori

doctioribus

Ablativo

doctiore

doctioribus

 

El adjetivo en grado comparativo lleva generalmente un segundo término de la comparación que admite dos construcciones posibles:

            1. precedido de quam y en el mismo caso que el primer término.

            E.gr.: Marcus doctior est quam Publius.

            2. En ablativo.

            E.gr.: Marcus doctior est Publio

No obstante, este complemento o segundo término no es obligatorio. El comparativo de superioridad puede aparecer sin segundo término, en cuyo caso lo traduciremos con significado intensivo: “más que…”, “bastante…”

 

EL SUPERLATIVO

El superlativo se forma en latín con el sufijo -issimus, -a, -um y ocasionalmente, en los adjetivos con nominativo masculino en -er, con -rimus. Su flexión es como la de los adjetivos de tres terminaciones, del tipo de bonus-a-um.

E.gr.: doct-issimus, doct-issima, doct-issimum;

pauper-rimus-pauper-rima-pauper-rimum

El superlativo puede llevar un segundo término de la superlación, que admite las siguientes construcciones:

            1. En genitivo:

                        Gallorum omnium fortissimi sunt Belgae

            2. Complemento preposicional (e/ex Ablat., inter Acus.):

                        E civibus sapientissimus erat

                        Nymphas inter omnes pulcherrima es

Este segundo término no es de aparición obligada. El superlativo, como el comparativo, admite construcciones absolutas.

 

FORMACIONES IRREGULARES

Algunos adjetivos forman su comparativo y superlativo con temas diferentes de los del positivo:

POSITIVO

COMPARATIVO

SUPERLATIVO

bonus

melior

optimus

malus

peior

pessimus

magnus

maior

maximus

parvus

minor

minimus

multum

plus

plurimum

EL FINAL DE LA MONARQUÍA: LA VIOLACIÓN DE LUCRECIA



Siguió al reinado de Tulo Hostilio el de Anco Marcio y posteriormente el del primero de los Tarquinios, Tarquinio Prisco. Los Tarquinios eran de origen etrusco y se inicia con ellos la campaña de desprestigio del régimen monárquico. En efecto, la mayor parte de historiadores latinos son de época republicana e inicios del Principado (Alto Imperio) y renegaron en retrospectiva de la monarquía. Los Tarquinios aparecen caracterizados en Ab urbe condita de Tito Livio como verdaderos tiranos. Así, apenas se le reconoce a Tarquinio Prisco una gran mejora urbanística como la construcción de la Cloaca Máxima.
Tomó el relevo de Tarquinio Prisco Servio Tulio que, según la leyenda, era hijo de una esclava de palacio y había sido adoptado y criado como príncipe después de que Tanaquil, esposa de Tarquinio, supiera que de bebé le había ardido la cabeza sin consecuencia alguna.
El peor de los monarcas latinos fue, con diferencia, Tarquinio el soberbio, el último de ellos, de hecho. Fue durante su reinado cuando aconteció la violación de Lucrecia, que terminaría desencadenando el final de la monarquía. Cuenta Tito Livio cómo un día se hallaban Sexto Tarquinio, hijo del rey, y su primo Tarquinio Colatino en una de las múltiples guerras de conquista que por aquella época sostenía Roma y surgió la disputa de cuál de las esposas era más virtuosa. Decidieron ambos sorprender a sus respectivas esposas para ver cómo pasaban el tiempo en ausencia de sus maridos. Encontraron a la esposa de Sexto Tarquinio celebrando un banquete, mientras que Lucrecia, esposa de Tarquinio Colatino, estaba recogida en casa tejiendo en compañía de sus esclavas. Perdió, pues, Sexto Tarquinio la apuesta y, además, desarrolló un fuerte deseo hacia Lucrecia. Al cabo de unos días, se presentó de nuevo ante esta, ya en solitario, y se introdujo en su lecho. Se resistió Lucrecia a sus peticiones pero entonces la amenazó con quitarle la vida e introducir después en su lecho a un esclavo para que se creyera que había muerto en falta y deshonrada. Cedió entonces Lucrecia ante las presiones. Al día siguiente hizo llamar a su marido, que acudió raudo en compañía de su amigo Bruto. La encontraron destrozada, dispuesta a quitarse la vida para que ninguna mujer en adelante viviera en deshonra siguiendo su modelo. Intentaron disuadirla Colatino y Bruto alegando que no había falta donde no había intención. Fue en vano. Lucrecia se quitó la vida.
 Cuando se extendió la noticia entre los romanos, cundió la indignación y decidieron en el Senado poner fin al régimen monárquico y expulsar a Tarquinio el Soberbio de Roma.
Se inició entonces la República romana y desde aquella fecha (509 a. C.) todo fue republicano en Roma, según afirma Indro Montanelli refiriéndose a ese odio visceral que los romanos tenían por la monarquía (753-509 a. C.).

viernes, 23 de octubre de 2020

LA ÉPICA GRIEGA (II): LA CÓLERA FUNESTA



Afirma el lugar común que la Ilíada de Homero trata de la Guerra de Troya y, como casi todos los lugares comunes, es erróneo. La acción de la Ilíada transcurre durante unos pocos días del décimo año de la Guerra de Troya y al término de esta obra, aún sigue la gran ciudad en pie. Ni una mención hay en ella al regalo envenenado del caballo de madera. Y es que la Ilíada se ocupa, más bien, de la cólera de Aquiles, como se indica en sus primeros y programáticos versos:

“La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles,
maldita, que causó a los aqueos incontables dolores,
precipitó al Hades muchas valientes vidas
de héroes y a ellos mismos los hizo presa para los perros
y para todas las aves...[1]


Los griegos caen como moscas por obra y gracia de una peste enviada por el dios Apolo, encolerizado porque a Crises, sacerdote troyano, le han arrebatado a Criseida, botín de guerra de Agamenón. Con grandes reparos y temores informa Calcante, adivino de los griegos, al gran rey de Micenas de que debe devolver a la muchacha. Apoya la propuesta Aquiles, el más grande de los héroes griegos y, tras una gran disputa, cede Agamenón con una condición: devolverá a Criseida siempre que a él le corresponda Briseida, botín de Aquiles.
Y no, no es este un “lío de faldas”, como algunos quieren ver, sino que tras el conflicto entre Agamenón y Aquiles se oculta la moral de la guerra y del honor. Los honorarios de Aquiles por sus servicios a la causa griega son el botín de guerra, Briseida en este caso, y, si se le retiran sus honorarios, razona, deja de combatir.
Y entonces, la sombra de la derrota se cierne sobre los griegos, cuyas huestes sufren los golpes de Héctor, el héroe por antonomasia, que en el canto VI se despide de su esposa Andrómaca y su hijo Astianacte para jamás regresar. Sabe que junto a los muros de Troya terminará muerto, pero el deber para con la patria es lo primero. Antes, eso sí, tiene tiempo de acabar con Patroclo, el joven amigo de Aquiles. Solo entonces, por sus ansias de venganza, vuelve Aquiles al combate y en un enfrentamiento épico -nunca mejor dicho- acaba con Héctor. No se aplaca así su ira, sino que durante tres días consecutivos arrastra el cadáver del troyano alrededor de los muros de Troya, para horror de Príamo, rey de la ciudad y padre del propio Héctor. Aconsejado por los dioses y con la inestimable ayuda de Hermes, se disfraza Príamo de mendigo y se infiltra en el campamento griego para suplicarle a Aquiles, asesino de su hijo, que le devuelva su cadáver para poder así rendirle honores fúnebres. Solo entonces se apiada Aquiles del anciano. Se cierra el gran poema con los funerales de Héctor.
 
Ilustración extraída de La cólera de Javier Olivares y Santiago García (Astiberri, 2020)

 


[1] La cita procede de E. Crespo (trad.), 2006: Homero. Ilíada, Gredos, Madrid.