jueves, 14 de enero de 2021

LA EXPANSIÓN ROMANA (I): LAS GUERRAS PÚNICAS



Veíamos el otro día las transformaciones políticas que supuso el cambio de régimen (de Monarquía a República) y que la política interior republicana estuvo marcada durante siglos por el llamado conflicto patricio-plebeyo. Pues bien, la política exterior romana durante el período republicano fue, sobre todo, una sucesión de campañas bélicas de expansión, primero por la península Itálica y posteriormente por todo el Mediterráneo.
En la lucha por el dominio del Mediterráneo (mare Nostrum, lo llamaban los romanos) los episodios más célebres fueron las guerras púnicas, que enfrentaron a Roma con la muy poderosa Cartago (en el territorio de la actual Túnez). La leyenda justifica la enemistad entre romanos y cartagineses con un móvil más romántico que las razones geoestratégicas: vengar a la reina Dido, que en la bruma de los tiempos fue abandonada por Eneas, cuando partió en busca de una nueva Troya. La reina Dido, nos cuenta Virgilio en la Eneida, no pudo soportar la marcha de su amado y terminó quitándose la vida pronunciando antes, ante su propia pira, las siguientes palabras:
“¡Feliz, ay, demasiado feliz si no hubieran jamás naves troyanas arribado a mis playas!”
            (Virgilio, Eneida, IV)
Las guerras púnicas comprenden tres etapas:
-         La Primera Guerra Púnica (s. III a. C.) se desarrolló primero en Sicilia pero llegó posteriormente a Hispania, territorio que se repartieron romanos y cartagineses, dirigidos por Amílcar Barca y después por Asdrúbal. Fue una guerra naval.
-         La Segunda Guerra Púnica (s. III a. C.) es la más conocida, por la expedición de Aníbal contra Roma cruzando los Alpes con elefantes. Aníbal venció a los romanos en cuatro famosas batallas pero fue derrotado en Zama.
-         La Tercera Guerra Púnica (s. II a. C.) tuvo lugar en territorio africano y supuso la destrucción total de Cartago por Escipión. Se cumplía así la voluntad de Catón, que cerraba todas sus intervenciones en el Senado con las palabras Cartago delenda est (“Cartago debe ser destruida”).

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