Veíamos el otro día las
transformaciones políticas que supuso el cambio de régimen (de Monarquía a
República) y que la política interior republicana estuvo marcada durante siglos
por el llamado conflicto patricio-plebeyo. Pues bien, la política exterior
romana durante el período republicano fue, sobre todo, una sucesión de campañas
bélicas de expansión, primero por la península Itálica y posteriormente por
todo el Mediterráneo.
En la lucha por el dominio del
Mediterráneo (mare Nostrum, lo
llamaban los romanos) los episodios más célebres fueron las guerras púnicas, que enfrentaron a Roma con la muy poderosa
Cartago (en el territorio de la actual Túnez). La leyenda justifica la enemistad entre romanos y cartagineses
con un móvil más romántico que las razones geoestratégicas: vengar a la reina Dido, que en la bruma de los
tiempos fue abandonada por Eneas,
cuando partió en busca de una nueva Troya. La reina Dido, nos cuenta Virgilio
en la Eneida, no pudo soportar la marcha de su amado y
terminó quitándose la vida pronunciando antes, ante su propia pira, las
siguientes palabras:
“¡Feliz, ay, demasiado feliz si no
hubieran jamás naves troyanas arribado a mis playas!”
(Virgilio,
Eneida, IV)
Las guerras púnicas comprenden tres
etapas:
-
La
Primera Guerra Púnica (s. III a. C.) se desarrolló primero en
Sicilia pero llegó posteriormente a Hispania, territorio que se repartieron
romanos y cartagineses, dirigidos por Amílcar Barca y después por Asdrúbal. Fue
una guerra naval.
-
La Segunda Guerra
Púnica (s. III a. C.) es la más conocida, por la expedición de Aníbal contra Roma cruzando los Alpes
con elefantes. Aníbal venció a los romanos en cuatro famosas batallas pero fue
derrotado en Zama.
-
La Tercera Guerra
Púnica (s. II a. C.) tuvo lugar en territorio africano y supuso la
destrucción total de Cartago por Escipión. Se cumplía así la voluntad de Catón,
que cerraba todas sus intervenciones en el Senado con las palabras Cartago delenda est (“Cartago debe ser
destruida”).
No hay comentarios:
Publicar un comentario