Salvete omnes!
Se cumplen este año sesenta años de la inauguración del IES Padre Feijoo y, al margen de alguna otra actividad que tendrá lugar en junio, nos pareció que una buena forma de celebrarlo era acercarnos desde todos los departamentos a la figura epónima.
- ¿Recuerdas qué era un epónimo?
Benito Jerónimo Feijoo, el Padre Feijoo, vivió entre 1676 y 1764. Era de origen gallego y se formó en Orense, aunque pronto se trasladó al monasterio de San Vicente de Oviedo, donde llegó a ser abad y permaneció hasta el final de sus días. Fue licenciado y doctor en Teología por la Universidad de Oviedo, donde ocupó una cátedra durante algunos años. Por motivos de salud se retiró de la vida pública en 1739 y desde entonces se dedicó a su tarea como escritor hasta su fallecimiento.
El Padre Feijoo es uno de los autores más representativos de la Ilustración, contribuyó al desarrollo del ensayo como género literario en castellano y difundió a través de su obra las nuevas ideas filosóficas, críticas y científicas.Entre sus obras destacan Teatro crítico universal, una recopilación de discursos en los que se analizan de modo crítico y con intención didáctica diversas materias, y Cartas eruditas y curiosas, con un propósito similar al Teatro. Ambas obras se ocupan de Astronomía, Geografía, Filosofía, Literatura, Derecho, Música, Matemáticas, Arte, Medicina… En estas obras el autor pretendía ofrecer información y nuevas ideas de todo lo que podía ser objeto de curiosidad y cultura y, al mismo tiempo, combatir errores derivados de la superstición. Además, Feijoo pretendía educar a sus lectores partiendo de la duda, el espíritu crítico y la imparcialidad y cuestionó el argumento de autoridad.
- Averigua qué es el argumento de autoridad y da un ejemplo.
Si recordáis las cada vez más lejanas clases de septiembre, veíamos entonces cómo aunque el latín dejó de hablarse de manera natural, como lengua materna, en algún momento entre el siglo V y IX, pervivió como lengua de cultura y de enseñanza casi hasta el mismo siglo XIX y el griego se halla en la base de buena parte de la terminología científica. Pues bien, el Padre Feijoo, si bien valoraba las lenguas clásicas, defendió, ante todo, la validez de las lenguas modernas. Consideraba que estas últimas eran muy útiles, pues en ellas podían leerse también las literaturas antiguas, ya traducidas.
Del griego dice, por ejemplo, en sus Cartas Eruditas (V, 23, ¶ V, 26):
“La razón es porque la aplicación a la lengua griega ocupa el tiempo que se pudiera emplear en otro estudio más útil y que adornase el alma de muchas importantes noticias literarias que no franquea la lengua griega. Fue este estudio un tiempo utilísimo, en cuanto nos produjo la traducción de las obras de algunos o de todos los buenos autores griegos. Ahora la Grecia no puede darnos cosa de provecho; porque lo bueno, que es lo antiguo, ha mucho tiempo que está dado.”
Sin duda, la defensa del Padre Feijoo de las lenguas modernas con respecto a las clásicas (latín y griego) se entiende por su afán didáctico y concepción pragmática de las lenguas, que han de servir, ante todo, para comunicarse. En unos tiempos en que latín y griego ya no eran tan accesibles y estaban fuera del alcance del lector común al que aspiraba Feijoo, eran más un obstáculo que un medio para el conocimiento.
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