Uno de los grandes motores
narrativos de la Historia de la Literatura es el del viaje. Otro es el regreso
a casa. Ambos motivos se inauguran en la Literatura Occidental con la Odisea de Homero, que narra el
accidentado regreso a Ítaca de Odiseo, “el héroe de muchos recursos”, tras la
caída de Troya.
Frente a lo que ocurría en la Ilíada, que se caracterizaba por la
unidad de tiempo y lugar, la estructura de la Odisea es bastante más sofisticada.
Los cantos I-IV suceden en Ítaca, donde Telémaco, hijo de Odiseo, se decide a buscar noticias de su padre,
largos años ausente, dada la situación desesperada de su madre Penélope,
acosada por los pretendientes.
Los cantos V-VIII nos presentan, por fin, a Odiseo, que parte de la isla de Calipso, donde llevaba varios años retenido. Tras una tempestad
llega a las costas de los feacios,
donde es hallado por Nausícaa, hija
del rey Alcínoo, que lo conduce a palacio.
Los cantos IX-XII se sirven de la técnica hoy día conocida como flash-back.
Odiseo narra ante los feacios las aventuras maravillosas que le sucedieron a su
regreso de Troya y antes de llegar junto a Calipso: sus aventuras con el
cíclope Polifemo, con la maga Circe,
en el mundo de los muertos, con las sirenas, con los rebaños del Sol.
Los cantos XIII-XXIV narran de modo lineal el retorno de Odiseo a Ítaca, el reconocimiento de sus seres
queridos y la venganza sobre los pretendientes.
Este es el esquema básico de la
segunda gran epopeya homérica, cuyos viajes y localizaciones podéis ver
plasmados en el mapa que aquí os dejo.
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